30 Años sin ti. Necesidad de decir "Te quiero".

 Hace ya mucho tiempo, demasiado, que no entraba en este blog. A veces en la vida, has de dejar un tiempo de descanso para regresar con más fuerza y ganas. Ha sido un año y medio muy intenso, por razones obvias y por otras más íntimas. Pero lo importante es que aquí estoy, con fuerzas renovadas. Y qué mejor día que hoy para ello. Ya el 3 de julio, estuve a nada de escribir, pero no me encontré con las ganas. Ese día, mi padre habría cumplido 80 años. Un día muy especial, que estoy seguro, sólo yo recordé, por desgracia. No quiero ponerme a contar mi intimidad ni la de mi familia, no es mi objetivo, por eso, no entraré en detalles desagradables, que por otro lado, está de más pensar en ellos. Hoy, a eso de las seis y media de la tarde, se cumplen 30 años del fallecimiento de mi padre, Juan Manuel Caro Baena. Como soy consciente que en esta ocasión soy el único que lo recuerda, lo menciono y escribo aquí. 

Era el 13 de marzo del año 1991. Pocos días antes, una persona cercana a la familia, que creyendo hacer un favor a mi madre, se metió donde no debía y se tomó la libertad de confesarme que muy probablemente mi padre no saldría de ese hospital, al que asímismo, mi madre me llevó para que le viera, sabiendo que la situación era la que era. Hago un inciso para afirmar que una vez más, ahí mi madre demostró lo gran persona que es, haciéndose cargo de ese hombre del que se había separado un par de años antes. Y pensando en mí, que sólo tenía diez años, para que pudiera despedirme de él. Sigo el relato. Ya era de noche, cuando mi madre llegó a casa con una gran amiga de la familia. Me dijo que me iría con ella un par de días. No llegué a quejarme, por educación y vergüenza, de una manera literal, pero recuerdo sus palabras "Carlos, es que tu padre ha muerto". No era la primera muerte de alguien conocido a la que me tenía que enfrentar, pocos años antes falleció mi bisabuela materna, mi abuelo materno murió dos años antes que mi padre, y al año siguiente (anterior al de mi padre), mi abuela. Pero con esta muerte, supe lo que es vivir un duelo y esa sensación tan característica de vacío. Esa otra sensación de haberme quedado sin decir tantas cosas, que ya se quedarían en mi interior. Esa pena de saber que jamás volverás a decir la palabra "papá". 

Antiguamente había una fea costumbre, en la que la típica graciosa de turno, te ponía a prueba y te hacía la pregunta "¿A quién quieres más, a tu padre o tu madre?" Yo siempre tuve clara mi respuesta, pero como en casa me dieron una educación, me hacía el que dudaba. Por supuesto, a mi madre. Porque lo que esa gran señora ha hecho por sus hijos, dejándose su juventud por el camino, sin importar nada más que el bienestar y el futuro de sus hijos, eso no lo vi en el otro lado, ni por asomo. No voy a seguir destripando esos años oscuros ni voy a poner a parir a alguien que ya no está entre nosotros, que por otra parte es digno de lástima, pero debía contarlo para expresar lo que siento. La gente, con esto de la pandemia (dichosa pandemia, me daría para escribir muchas entradas en el blog, menuda pesadilla la que nos ha tocado vivir), afirman que es mucho lo que han aprendido, como por ejemplo, valorar a la gente a la que quiere. Esos que cuando estábamos en la normalidad, no iban a ver a sus padres en meses, ahora se lamentan y echan de menos esas visitas. Ahora que no nos dejan abrazarnos, cuánto se echa de menos.... Cuando he contado lo de mi padre, es porque cuando falleció y sentí esas sensaciones, pensé que si, tratándose de mi padre, sentía esas sensaciones, no podía ni imaginar el día que fuera mi madre la que me dejara en este mundo. Así que me reafirmó. Si era un niño muy cariñoso al que no le costaba expresar sus sentimientos, jamás me echaría atrás a la hora de decir a alguien "Te quiero". Hoy en día, que soy un hombre de cuarenta años -la misma edad que tenía mi padre cuando nací- soy incapaz de irme a la cama una noche, estando mal con la gente a la que amo. Si he discutido con mi madre, tengo que reconciliarme. Rara vez me quedo mal con los demás, pero por ejemplo, con mi hermano, tampoco sería capaz de irme a dormir si estamos mal. Si discutimos, no soporto esa sensación tan terrible. Esque debéis pensar algo, dejando pandemias aparte: Nunca sabemos cuándo llegará nuestra hora. Por eso debemos paladear hasta el último segundo que estamos con las personas a las que amamos, porque luego vienen los arrepentimientos. Prefiero ser el pesado, el cariñosos incansable, aquel que siempre demanda besos y abrazos, pero no tener esa sensación de que no he dicho las veces suficientes esas dos bellas palabras, que tanto significado tienen, "Te quiero".

Lo respeto, pero no me gustan esas publicaciones en las que el autor escribe hablando a fallecidos o a sus animales, porque evidentemente, no se van a poner ante la pantalla del ordenador o su móvil para leerlo, por eso no escribo a mis seres queridos que ya no están, pero qué narices, lo diré una vez más: "Papá, te quiero".

Muchas gracias, amigos, por llegar hasta aquí leyendo esta nueva entrada en mi rinconcito virtual, que tanto echaba de menos. Próxima entrada, dentro de pocos días. Si llegas hasta aquí y te apetece decirme algo, no te eches atrás. Un abrazo, amigos

Comentarios

  1. Puede no gustarte, pero algunos lo hacen porque han hablado antes con sus fallecidos a través de la Ouija.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Próxima apertura.

Cambio de hora.